lunes, 10 de octubre de 2011

Maldición


Maldición, hoy va a ser otro día de esos. Me levanté pensando en ella, por ende viajaré en el colectivo pensando en ella, caminaré hacía mi trabajo pensando en ella, pasaré la tarde entre planillas; números y ella. Al final llegaré a casa, me distraeré viendo un rato la TV, pero cuando este en la penumbra de mi habitación, en mis veinte minutos antes de dormir, aparecerá otra vez, y su imagen será todo lo que vea hasta hundirme en un inconciente pleno.

Tal vez sea muy egoísta de mi parte, en el diario de hoy anuncian que Estados Unidos está en una situación muy tensa con Irán; que reapareció la causa de las coimas del senado; que se agrava el conflicto con Uruguay por las papeleras, y yo acá preocupándome por mis problemas, o sea… por ella.

Para completar mi malestar, en casa desarmaron la pileta Pelopincho, estamos a mediados de mayo y que debería haber sido archivada hace meses ya, pero mi casa es especial, se la deja ahí como respetando el luto del verano que pasó. Entonces este monolito azul y celeste, permanece meses, envejeciendo, descascarándose y perdiendo color, con un agua que oscila entre lo negro y lo marrón, y el verdín que desde el fondo comienza a reptar hacia arriba superando ya la línea de treinta centímetros de agua.

Entonces sentado con un mate a medio tomar la veo a ella bailando en la hierba amarilla, en el rectángulo perfecto de la, ahora desaparecida, Pelopincho azul y celeste.


Rescatado del prehistórico http://haciaelcosmos.blogspot.com/

sábado, 8 de octubre de 2011

Si


Si todos los desamparados del mundo gritaran al mismo tiempo

el eco atravesaría los océanos y sería imposible escuchar otra cosa,

si todos los explotados y oprimidos golpearan sus dos manos

posiblemente temblarían los vidrios de las grandes ciudades.

Si los postergados bailaran, zapatearan y rieran

no es descabellado pensar que sentiríamos un leve temblor en la tierra.


Pero el desamparado no grita

porque asegura que nunca nadie lo va a escuchar.

Los explotados y oprimidos no aplauden,

porque temen enfurecer a sus jefes en horario de trabajo;

y los postergados no bailan,

porque aún no existe el ritmo que les acaricie el alma.


Pero en algún lado, alguien escuchó un grito,

Posiblemente fue deseo, pero también se sintió un aplauso,

Y conozco a una persona que afirma haber visto bailar a los pobres…

Y es eso lo que nos mantiene vivos.