El tren de
los cartoneros
no es
blanco por la pintura,
es
blanco por la luz
de luna que baña
sus
vagones.
El fantasma
corre a medianoche
por los
andenes plateados,
transportando
carros,
cartones,
personas
y sueños.
Un
solitario tripulante
se arrima
al estribo,
levanta la
cabeza
hacia el
cielo
y la mira.
“Lunita,
que esta noche
venga en
gracia,
que mañana
pueda
alimentar a
la familia,
te pido”
La luna no
contesta,
pero
sabiamente escucha,
él vuelve
adentro satisfecho.
Y la luna
siempre vela
por los
sueños cartoneros.
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