Un hospital a la una de al mañana puede ser un lugar muy solitario. La anestesia me dejo la boca pastosa y una sed atroz. Mi compañero de cuarto y su novia duermen hechos un ovillo sobre su cama, lo operaron de una hernia inguinal por lo que ella esta atravesada abrazándolo a la altura del cuello. Las piernas todavía no me responden, siento un hormigueo y puedo moverlas vagamente, pero todavía no parecen mías. Afuera siento el traqueteo de ruedas, veo que la luz que pasa por debajo de la puerta se corta de repente, distingo lo que podría ser una camilla y detrás unos pasos que atraviesan de derecha a izquierda. Hace rato cuando me trasladaban al cuarto murió una anciana en la habitación de enfrente, la enfermera salió y escuche cuando le decía a la de seguridad “Despejáme el pasillo que se me murió una”, como un simple tramite, como quien ve la misma escena una y otra vez todos los días. Ahora, unas siete horas después, todo el lugar parece guardar cierta calma, escucho un motor en la ventana que tengo a mis espaldas, la televisión prendida en una habitación contigua y gente caminando por el pasillo cada tanto.
Me duele la sonda en la mano, hace un rato empezó a subir un
poco de sangre, mi compañero de cuarto me dijo que era porque me movía mucho,
me arrastré hasta quedar boca abajo, mis piernas giraron por el movimiento de
la parte superior, así pude dormir un rato, abrazando la almohada, la misma que
debe haber soportado cientos de cabezas, no todas con la misma suerte que la
mía, con la misma insignificante intervención quirúrgica. Mi viejo se quedó a
mitad de camino, vino por la tarde e iba a volver con algo de comida, y sobre
todo con agua, pero un corte sistemático de calles por ciudadanos afectados por
el temporal interrumpió su empresa. Es por eso que estoy solo, la silla
destinada a mi cuidador nocturno esta ocupada por mi ropa y una bolsa con
toallas. Me imagino a mi mismo en una fiesta, rodeado de gente, como es
habitual, bebiendo buen vino, hablando de música o de cosas más triviales, pero
me tira la sonda y vuelvo a la cama del hospital. Se que debería dormir, lo que
menos necesito son ganas de ir al baño y un par de piernas dormidas, entonces,
como un reflejo de mi infancia decido contarme una historia, pienso en el
cuento ese del rey y lo repaso mentalmente.
La historia va de un rey muy poderoso que se fabrica un
anillo y quiere guardar un mensaje en él, un mensaje que sirva para darle
aliento en un momento de desesperación total, varios sabios fracasan en la
labor de elaborar un mensaje de semejante envergadura, por lo que recurre a un
anciano sirviente que había servido a su padre, este humildemente acepta tal
responsabilidad sobre sus espaldas, escribe dicho mensaje y lo guardan en el
anillo. Determinado día el reino es invadido, el rey huye para salvar su vida,
y se esconde en un bosque, cuando esta rodeado por el ejercito enemigo decide
abrir el anillo y allí lee la frase “Esto también pasará”. Cuando termino de
leerlo se sorprende por la paz y el inmenso silencio que lo abarca todo. El
ejercito enemigo pierde las esperanzas de encontrarlo y se retira. Por esas
cosas de las fabulas, el rey reorganiza su tropa, vuelve y reconquista el
reino, es entonces que se organiza un banquete en su honor, música, bailes y
todo el reino festejando, en determinado momento el anciano sirviente se le
acerca y le dice que saque el anillo y lea el mensaje nuevamente, a lo que el
rey contesta sorprendido que ese no es un momento de desesperación total, a lo
que el anciano responde que no solo los momentos trágicos pasan, sino también
los placenteros, entonces el rey saca el mensaje, lo lee, “Esto también
pasará”, y siente, entre la muchedumbre; la música y el júbilo, la misma paz y
silenció que había percibido en el bosque. El anciano le dice entonces,
recuérdalo siempre todo pasa, ninguna sensación ni acontecimiento son permanentes,
como el día y la noche tenemos momentos de alegría y de tristeza, acéptalos
como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de
las cosas.
Mire la mano izquierda, un poco para ver si la sangre seguía
subiendo a contramano del suero, otro poco buscando el anillo. Afuera alguien
pasó caminando deprisa y después todo volvió a estar en silencio.
Inmediatamente se me vino a la cabeza algo que me había sucedido esa misma
tarde y sobre lo que no me había detenido lo suficiente, al entrar al
quirófano, había una especie de pasillo central, que daba a la puerta de tres o
cuatro salas de operaciones, no presté atención si en ellas había personas
siendo intervenidas, yo ya tenia una operación de la que ocuparme. Al entrar a
sala asignada para mí, noté que había un parlante al igual que en todas las
demás, en el mismo se transmitía música de ambiente, y mientras el anestesista
clavaba la aguja en mi espalda distinguí la canción que sonaba en el aire,
“You're just too good to be true/ Can't take my eyes off you/ You'd be like
heaven to touch/ I wanna hold you so much/ At long last love has arrived/ And I
thank God I'm alive/ You're just too good to be true/ Can't take my eyes off
you...” Y yo me permití gritar
mentalmente: “I love you baby/ And if it's quite all right/ I need you baby/ To
warm my lonely night I love you baby/ Trust in me when I say/ Oh, pretty baby/
Don't bring me down I pray oh, pretty baby/ Now that I found you, stay and let
me love you/ Baby let me love you...”
Supe entonces que nada podía salir mal, me recosté sobre la
camilla y dejé que los profesionales hicieran su trabajo.
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