jueves, 5 de noviembre de 2009

Memoria


Es el maldito texto del cual estoy orgulloso, el único de todo lo producido hasta ahora que me pondría a defender a muerte. Recuerdo haberlo escrito cuando tenía diecisiete o dieciocho años, alrededor de las cinco de la tarde. No tenía una gota de alcohol en mi cuerpo, a esa edad y viviendo con mis padres era difícil escribir estimulado. Hoy los cantares son otros y viviendo en pareja puedo sentarme a las ocho de la mañana, a las seis de la tarde o a las tres de la madrugada con una botella de vino frente a la computadora.

Pero aquella vez solo tenía la imaginación, me plantee una tarea sencilla, sentarme frente a la PC con la mente en blanco y que los dedos sean accionados por estímulos instantáneos, por ideas repentinas que se me vengan a la mente. Empezó bastante lento todo, pero rápidamente empezó a tomar velocidad. Las palabras llovían de alguna parte y para mi asombro tenían coherencia las unas con las otras. No recuerdo todo lo que decía, solo un pasaje en el cual desarrollaba una teoría en la cual afirmaba que cuando una persona muere su mente sigue intacta flotando como un espectro en el aire, millones de mentes que merodeaban alrededor nuestro diariamente, y de vez en cuando esas mentes, recuerdo que le llamaba “conciencias”, se apiadaban de nosotros los mortales y se metían en nosotros por unos instantes y era en ese preciso momento donde aparecían las grandes ideas, los inventos, las obras de arte, las soluciones inesperadas, hermosas canciones y lo que es mas incomprensible los Deja Vú. Todos alguna vez tuvimos uno, es esa extraña sensación de ya haber vivido una situación y era porque precisamente esa “conciencia” que se apoderaba de nosotros por unos segundos ya lo había vivido.

Cuando termine aquella hoja, leí todo detenidamente, estaba extasiado. Una sensación de bienestar recorría mi cuerpo. Recuerdo que para proteger mi personalidad ante la mirada de furtivos lectores puse al pie “carta encontrada entre las pertenencias de un interno del borda”. Jajaja que inocente, tenía miedo que la gente pensara que estaba loco al leer aquello. Hoy lo deseo eso más que nada.

Luego paso que compramos una computadora más nueva, la que poseía dicho escrito fue a parar al consultorio de mi viejo, y más tarde al galpón. Una vez que me vine a convivir con mi novia una y otra vez me repetía que tenia que ir a buscar el disco rígido de esa computadora para pasarlo a nuestra maquina, además de eso tenia muchos escritos adolescentes y un proyecto personal que era casi una copia de rayuela de Cortazar. Lo deje pasar, me olvide. Después de casi un año me decidí por fin a hacerlo, luego de dos de que la computadora ya no sea usada. Así es que fui al galpón, empecé a revolver pero nada, fui hasta el cuarto de mi vieja a preguntarle por la maquina y me dijo: “Damián hace como seis meses que la sacamos a la calle, no andaba, se la dimos a un botellero”. Casi tuve un ataque de nervios, me imaginaba mis escritos viajando en un carro y después de esos seis meses descansando en el depósito municipal, reciclado y usado en alguna casa humilde, o simplemente reducido todo a ceniza. Todos mis primeros escritos habían desaparecido. Aunque sinceramente solo me importaba uno.

Tiempo después trato de recordar que decía aquella “carta encontrada entre las pertenencias de un interno del borda”, pero me resulta imposible hacerlo. Pero tengo esperanzas que todo se encuentre alojado en algún recóndito rincón del cerebro, y que solo haga falta pulsar los interruptores adecuados para que todo vuelva a salir.

Se que es una tarea difícil, pero seguiré intentando, aunque se me valla la vida en eso.

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