miércoles, 29 de febrero de 2012

Todas mis Mascotas muertas

Esta noche me torturan

todas mis mascotas muertas.

Hace un rato me acosté,

solo me tomé una copa de vino

mientras trataba de escribir,

pero cansado de reincidir en

el fracaso opté por dormir, y ya han

pasado casi dos horas desde entonces.

Estoy agotado, tengo sueño,

se que dentro de una horas trabajo,

por dios si lo se, pero me es

imposible dormirme.


Y me acuerdo de la Daga, del negro,

de Sofia, de Hercules, del primer Oso.

Comienzo a tejer un trunco árbol genealógico,

hijos bastardos del libertinaje canino,

sin padres ni madres,

perros negros de dudosa filialidad genética.

Me focalizo al fin en el rincón del patio

de mis viejos que las hace de cementerio.


Afuera los perros ladran, pero no es nada poético,

no es “un ladrido a mitad de la noche”,

son todos los putos perros del barrio

peleándose en mi puerta.

No aguanto, me levanto y

así en ropa interior salgo al patio de adelante,

en bolas y empuñando un palo

me abalanzo sobre la jauría,

“cállense hijos de mil putas, los voy

a matar a todos”, se dispersan,

vuelvo a la cama, un ladrido aislado

y después la calma.

Ahora si, siento el sueño

trepar por mi nuca.

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