sábado, 10 de marzo de 2012

Bar

Por aquellas noches Caronte me esperaba

para dar una vuelta por el rio de Quilmes,

las musas estaban ausentes

y dos demonios pervertían mis actos.

Durante exactamente quince días

fui el condenado bar tender

de un sucio bar de la rivera.


La vida pasaba del otro lado,

yo solo le servia las copas.

Esclavo de un antiguo reloj

que agonizante a las doce

me devolvía a las calles.

Surfeaba a ochenta por autopista y

en veinte minutos estaba en mi casa.


Mi compañera dormía, yo le

besaba la frente y me arrastraba de nuevo

al comedor, allí el vino más agrio, desde

arriba de la heladera, me prometía

inmaculados versos, pero complotado

con mis demonios se divertían

de mi errante suerte hasta pasadas las tres.


Nadie despierto para llamar,

nadie conectado a la red,

podría haberme matado alguna

de aquellas noches y hubieran tardado

al menos ocho horas en enterarse.

La vida nocturna puede

ser muy solitaria


1 comentario:

little lost girl dijo...

las tres de la matina es mi hora favorita de la noche


http://todoestetiempoperdido.blogspot.com.ar/2010/02/3.html