martes, 27 de marzo de 2012

Perros


El ladrido de un perro me despertó

a las tres de la mañana,

ladrido que generó otro, y otro, y otro,

pronto la sinfónica canina estaba en marcha.

La conocida música de fondo

de aquellos días de insomnio,

de adolescencia perdida.


Duró alrededor de cinco minutos,

pronto todo volvió al habitual silencio.

El motor de la heladera tembló,

y arrancó con su hipnótico sonido,

la mochila del inodoro goteaba

y los gatos de mi novia ronroneaban

a los pies de la cama.


Abracé a mi compañera de dormía de lado,

todavía tenía cuatro horas de sueño.

Quise estar encadenado,

dar vueltas en el interior de una cucha

satisfecho de mi reciente muestra de masculinidad canina.

Al fin de cuentas todos somos perros

Ladrándole ferozmente a la luna.


2 comentarios:

little lost girl dijo...

Sos ranelagh damian! lo que escribis es el barrio,es la belleza del conurbano. muy lindo!

Liandros dijo...

cuanta verdad, empieza uno, dos, tres, cuatro, hasta todos los del barrio.