viernes, 29 de junio de 2007

Reflexión Día 2 "El mal hijo"

(Segunda reflección de Federico, mi Doppelgänger)


Nunca fui de esos chicos que disfrutan los dibujos animados. Cuando era un niño, leí el libro Oliver Twist y me gusto mucho. Mi papa se enojo conmigo y me dijo que un chico a mi edad debía mirar dibujitos, y no leer libros hasta que sea la edad apropiada. Desde los cinco años de edad empecé a trabajar con mi mente con el propósito de trascender el tiempo y la realidad finita de este mundo. Algunas veces lo lograba pero eran las menos. Cuando sucedía, sentía que mi brazo no tenía largo y no terminaba nunca. Que las cosas no eran grandes ni chicas, porque todas lo son relativamente en comparación a otra. Cuando traspasaba esa visión finita de las cosas y podía verlas como un todo, ya nada tenía las propiedades impuestas por el hombre, ningún elefante era grande de trompa larga, sino que todo era como realmente debía ser.
Ahora se que esto que estoy escribiendo no es un pensamiento que yo haya desarrollado, es casi imposible que se me haya ocurrido. De algún libro, de algún sitio debo haberlo sacado. El problema con mi cabeza es que no distingue lo propio de lo ajeno. Y creo que es por haber trabajado con ella desde chico, nada es ajeno y nada es propio, quizás es de todos. Antes de conocer y estudiar la filosofía de Aristóteles, pensaba lo mismo que él sobre la relación de la idea y lo sensible. "¿Como puede una hormiga dejar de ser una hormiga?" me preguntaba. Y me decía a mi mismo "El concepto de lapicera, no puede estar en otro lado mas que en y por la lapicera". Ahora, pensándolo bien, haciendo un poco de memoria, esto lo pensaba cuando tenia 16 años, ya una vez de haber tenido ética y cívica en el colegio secundario. Puede ser que la profesora me lo haya comentado en algún momento, porque me llevaba muy bien con ella, con la única en verdad, y siempre me gustaba debatir más sobre las cuestiones ontológicas del mundo que sobre la moral, la ética, etc. El copyright, la propiedad, todo esto pertenece al mundo finito, las delimitaciones de lo que es mío y lo que es tuyo, "Este es mi brazo y choca contra tu cuerpo, estos son mis dedos y están dentro de tu vagina, este es mi pene y esta dentro de tu boca". No, algo esta mal. No puede ser así. Las tristezas ajenas son tan ajenas como propias, sino ¿cual seria la explicación para aquello que nos sucede al leer un libro, un texto escrito por un perfecto desconocido, y que nos emociona de tal manera que lo consideramos nuestro texto, nuestra vida, nuestras tristezas?. Esto puede traerme muchos problemas para cuando saque un disco, lo se. Pero no me importa registrar mi "propiedad intelectual" para que en caso de que alguien quisiera robármela no pueda hacerlo, (eso es otra cuestión, que engaño por dios, ¿como alguien podría robar mi "propiedad intelectual"?, es casi tan estúpido como decir que uno puede vender el alma al diablo, ¡ya es de él!). Mi propósito en este mundo es otro. No pasa por mostrarle al mundo lo que es mío, y lo que puedo hacer en comparación a otros, que mi talento es único e inigualable, que mi pene es mas largo o mas ancho que otros. No. El mundo eso ya lo sabe, y es superficial y vanidoso creer que puedo distinguirme del resto, y es estúpido pensarlo, cuando yo soy el resto, cuando estoy diciéndome a mi mismo que las tristezas ajenas son mis tristezas, cuando mi miedo es el miedo de todos, y cuando las ideas de todos son mis ideas. Un amigo de la universidad me escribió una respuesta a un texto que le había enviado, contándome su idea sobre el presente como un dial de radio, una analogía sobre la eternidad y lo finito que es cada momento presente de nuestra vida hasta la muerte. Eso que él me escribió, eso que él sabía y que yo no tenía en cuenta, sino solo una parte de ello, el presente como eternidad, ¿podría haberlo comprendido sin antes saberlo?. Acá es donde choca mi conocimiento platónico con el aristotélico. Todas estas contradicciones están formando un cuerpo en este texto. Quizás no sea el cuerpo más bello pero seguro el más sincero.
En otro momento hubiese terminado de escribir en el último punto y estas líneas no existirían. Pero no es la critica lo que nos impulsa a realizar cosas "inexistentes", como estas palabras, sino el consejo sincero de otro como yo, y cito a esa persona, y espero que no se enoje, en una de sus frases que definen perfectamente las intenciones de uno en otro: "Hay gente que para contrarrestar el hastió opta por el yoga, por la gimnasia, por los fines de semana en chascomus o los baños de inmersión. Los más desquiciados en cambio eligen escribir, escupir todas sus broncas, sus miedos, sus dudas, o sus anhelos en el papel". La misma persona me dijo que el texto que le había enviado, cuando estaba apunto de despegar, terminaba, y quizás pueda parecer una observación superficial y de compromiso, pero no lo es. Es mas, quizás no era su intención producir algún cambio, o quizás él, como el resto de la humanidad (me incluyo), no tengamos consciencia de las cosas que creamos, de los efectos en terceros que toda acción nuestra tiene, pero esta parte del texto en parte existe por ese consejo sincero, me rehusó a llamarlo critica. Y no solo lo aplico a la forma de escribir que tengo, sino también a mi forma de comer, de estudiar, de trabajar, de coger, de hacer música, todo lo que hago lo abandono cuando esta a punto de despegar, debo tener un serio problema con el vuelo. No quiero llegar a destino, no quiero iniciar ningún viaje mas que el que realizo constantemente acá en la tierra, de mi casa a la universidad, al supermercado de los chinos, al recital de alguna banda de moda, etc. No quiero llegar a otro mundo, a otra forma de vida. No me quiero morir. Punto. Me estoy desviando del cuerpo de este texto. Están naciendo nuevas extremidades que en realidad pertenecen a otro texto, a otra parte de mi cabeza, o mejor dicho de mis manos, porque uno escribe con las manos, no con la cabeza. La sabiduría de las manos. Cuando sienta que tengo la capacidad para escribir una novela voy a ponerle ese titulo. “La sabiduría de las manos y tu cuerpo tan fresco es un problema para la creación artística”. No, mejor solo "La sabiduría de las manos", sino parecería el nombre de alguna canción de artista retorcido con títulos largos para joder al diseñador de la contratapa del disco.
Vuelvo al cuerpo. Vuelvo a leer el titulo "El mal hijo" para indicarme el camino. ¿Porque el mal hijo?. Porque no son mis acciones lo que determinan mi cualidad de mal o buen hijo. No soy mal hijo por haber roto la vasija de la abuela de mi papa, o por no haber estudiado medicina, soy mal hijo porque naci con un propósito. Puedo recordar el haber nacido. Naci como un joven príncipe pálido. Recuerdo que a una edad muy temprana El Señor me hablo mientras me estaba subiendo a un árbol en el patio de mi casa. El dijo muy claramente, "Tú eres diferente a todos los otros chicos. Tú, mi hijo, eres un príncipe. He escogido tres príncipes para que nazcan en esta era. Uno ya ha nacido y ha muerto. Él era un niño que anduvo solo y escogió un camino de soledad y de gracia solemne. Tú eres el segundo príncipe por nacer, pero tú camino será muy distinto. Te pararas en frente de todos y tu piel de marfil te separara. Durante tu camino deberás inventar tus propias reglas. Es tu deber provocar problemas, el hacer enojar a la gente, y el ir en contra de tu padre biológico, porque tú eres un hijo especial. Un hijo que no necesita preocupaciones, un hijo que es un regalo para el mundo pero que causa angustia en todo aquel que interfiere en su camino. Tu no pagaras por tus necesidades malignas, por tus malos hechos porque el mundo se convierte en tu lugar predilecto, y tú en el regalo que el mundo necesita. Tú eres mi chico, el segundo príncipe en esta era. Tu eres el príncipe de marfil...el mal hijo".

1 comentario:

Vic dijo...

Respecto al texto anterior: exacto. Just live. Sólo eso, respirar comer cagar coger, etc...

Respecto a este: wow. Y: me sumo a los desquiciados.


Y también: cuando era chica pensaba que a los 18 iba a tener un Mehari.